miércoles, 7 de mayo de 2008

Narración de Soledad

Hace un par de años, con alumnos de 5to. Año de la especialidad humanidades y un grupo de docentes, llevamos a cabo el proyecto: “Una mirada diferente”. Este tiene como objetivos principales ahondar en problemáticas de salud, salud mental, creación de neuropsiquiátricos, finalidad de los mismos y asistencia del Estado, en el cual participan diferentes materias como: Problemática Social II – Psicología – Práctica de la intervención social II – Taller de comunicación social II entre otras.
Este proyecto nació de la inquietud de un grupo de adolescentes, por conocer otras realidades y mundos que muchas veces se les da la espalda o se prejuzga por desconocimiento. Es así como nos propusimos viajar a la ciudad de Oliva (Prov. de Córdoba) y visitar el neuropsiquiátrico “Dr. Emilio Vidal Abal”. … Y bueno, como no es un viaje “convencional”, muchos colegas empezaron a preguntarse si era necesario llevar a los jóvenes “a ese lugar”, “es una experiencia muy fuerte, y realmente ¿vale la pena enfrentarlos a eso?”, “¡es la decadencia del ser humano!”…
Ante todas estas preguntas y comentarios muchas veces desmedidos, teníamos dos caminos, no hacerlo más y dejar en cierta medida conforme a aquellos que no creían necesaria y valiosa la experiencia o mirar hacia delante, convencidos de que esta era una “gran experiencia de vida”.
Llevamos varios años realizando este viaje, que nos demanda a nosotros los profes y a los alumnos una gran cantidad de horas de estudio, a la reflexión, a la crítica y a la colecta de alimentos, productos de higiene personal, ropa y calzado que realizan nuestros jóvenes por nuestra ciudad, con el objetivo de “llevarles algo”, aparte de su incondicional presencia.
Una vez en el lugar, se entrega al Director del hospital lo recaudado en la colecta y luego nos disponemos a recorrer el lugar, observar, hablar con los pacientes, ponerse a tomar mate con ellos y hasta jugar a las cartas o simplemente hacerles compañía y ser testigos de inmensos silencios, tristezas y soledades que inundan el lugar. Es conmovedor ver a nuestros alumnos, que muchas veces se muestran en el aula desinteresados, fríos, sin ganas de estudiar, rotulados como aquellos que nada les pasa, o que son irrespetuosos y molestos, colaborar, escuchar, interesarse, emocionarse con las experiencias de vida de los pacientes, y sentirse movilizados por situaciones que creían tan lejanas a ellos. Y nosotros los profe, ¡cómo no vamos a apostar por este viaje! cuando notamos en ellos un cambio de actitud y visión del otro diferente, cuando logramos despertar el sentimiento de solidaridad, colaboración compromiso, respeto, escucha atenta, que tanto se han ido perdiendo en estos tiempos de individualismo salvaje.
…Y si, no es un viaje de placer, es un viaje de valores, que a nosotros y a nuestros jóvenes nos deja con la sensación de la tarea cumplida y de haber logrado aunque sea por un día quitar del rostro de los pacientes esa mirada tan triste y desoladora.